Dominando la campiña occidental de Jaén desde sus 1003 metros de altitud, el gigante rocoso de la Peña de Martos exhibe en su cima las ruinas de una fortaleza de leyenda. Fue el principal bastión y sede de los maestres de la Orden de Calatrava en la frontera nazarí de Granada,
- B.I.C.
- Monumento Histórico
Martos. Recientes investigaciones arqueológicas han revelado nuevos datos sobre el castillo que la Orden de Calatrava erigió en la Peña de Martos, actualmente amenazado por el abandono más absoluto.
Dominando la campiña occidental de Jaén desde sus 1003 metros de altitud, el gigante rocoso de la Peña de Martos exhibe en su cima las ruinas de una fortaleza de leyenda. Fue el principal bastión y sede de los maestres de la Orden de Calatrava en la frontera nazarí de Granada, un nido de águilas diseñado para ser inexpugnable que, tras siglos de historia, se enfrenta ahora a su batalla más difícil: la que libra contra el abandono y el olvido. Su imponente silueta —visible desde varios kilómetros alrededor—, que hoy inspira a viajeros y evoca leyendas, es el testimonio de una época de conflicto y poder, pero también un grito de auxilio de un patrimonio en grave peligro.

UN NIDO DE ÁGUILAS EN LA FRONTERA CON EL REINO NAZARÍ
Para entender la magnitud del Castillo de la Peña es preciso primero contemplar el promontorio que lo sustenta. La Peña es un accidente geográfico icónico, una montaña casi piramidal de roca viva que se eleva abruptamente sobre la ciudad de Martos, ejerciendo un control visual absoluto sobre un vasto territorio. No es de extrañar que un lugar tan estratégico atrajera la presencia humana desde el Neolítico, dejando un rastro arqueológico que atraviesa las épocas íbera, romana, visigoda y medieval.
"Es la Peña de Martos una sierra toda de peña viva en la cual quiso mostrar la naturaleza la fuerza de todo su poder."
El cronista marteño del siglo XVI, Diego de Villalta, uno de los últimos conocedores de la fortaleza en todo su esplendor, la describió con admiración: “es la Peña de Martos una sierra toda de peña viva en la cual quiso mostrar la naturaleza la fuerza de todo su poder”. La describía como “inexpugnable”, “cercada de fuertes y altas murallas y torres y cubos muy espesos”. Esta percepción no era una exageración. La propia orografía del terreno, con escarpes y farallones infranqueables, actuaba como la primera y más formidable línea de defensa, convirtiendo la cima en una fortaleza natural que los ingenieros militares de la Orden de Calatrava supieron potenciar con una maestría excepcional.
DE “OPPIDUM” A BASTIÓN DE LA ORDEN DE CALATRAVA
La ubicación de la ciudad de Martos le confirió, sin lugar a dudas, un gran valor estratégico. El oppidum ibérico y la posterior colonia romana Augusta Gemella Tuccitana se asentaron en las faldas del gran coloso calizo. Durante el periodo visigodo, mantuvo su importancia y estatus como sede episcopal, y con la llegada del Islam, se convirtió en el hiṣn (castillo) de Tuss o Mārtuš, jugando un papel relevante en las revueltas muladíes del siglo IX contra el poder del emirato cordobés.
Sin embargo la historia de la fortaleza de la Peña llegaría tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. En el convulso tablero político de la frontera, el rey Fernando III de Castilla vio en Martos una pieza clave para sus ambiciones conquistadoras sobre el valle del Guadalquivir. En 1225, a través de un pacto con el reyezuelo de Baeza, Martos, junto con Andújar, fue entregada a la corona castellana. El rey confió su tenencia a un caudillo experto, Alvar Pérez de Castro, pero la inestabilidad de la frontera era inmensa. Tras el asedio musulmán de 1227, capitaneado por el rey nazarí Muhammad I, el monarca tomó una decisión trascendental: el 8 de diciembre de 1228, encomendó la defensa, administración y estructuración de la plaza de Martos y su vasto territorio a una de las órdenes más poderosas de la Península en esos momentos, la Orden de Calatrava.
"No era una simple reforma; fue la materialización de un nuevo concepto de poliorcética, el arte de atacar y defender plazas fuertes."
Los caballeros calatravos, forjados en la guerra de frontera, no se limitaron a ocupar las posibles estructuras preexistentes —aún no evidenciadas por estudios arqueológicos—. Emprendieron la construcción de una fortaleza en la cima de la Peña, un proyecto que, como revela el exhaustivo análisis publicado en 2020 por Luis José García-Pulido, Julio Navarro Palazón y Fernando Ortega Camacho, supuso “un hiato con todo lo anterior, quedando las estructuras previas amortizadas o enmascaradas”. No era una simple reforma; fue la materialización de un nuevo concepto de poliorcética, el arte de atacar y defender plazas fuertes.

LA ARQUITECTURA DE UNA FORTALEZA DEL SIGLO XIII QUE DESAFÍA EL TIEMPO
El castillo diseñado por los calatravos ocupaba toda la meseta en la cumbre de la Peña, y se organizaba en dos recintos claramente diferenciados, separados por un foso de más de seis metros de ancho excavado en la roca. Este foso sirvió también como cantera para la obtención del material calizo empleado en la construcción de la mayoría de estructuras que forman esta fortaleza.
El recinto superior, o alcazarejo, verdadero centro de poder del conjunto, estaba presidido por una gran Torre del Homenaje, cuyas ruinas —aún majestuosas— resisten como pueden el abandono y el paso del tiempo. Con una planta rectangular, la torre parece haber tenido al menos tres grandes salas superpuestas, cubiertas con bóvedas de cañón de ladrillo. Además, pudo existir una cuarta planta inferior que habría funcionado como aljibe —bajo el actual nivel de acceso a la torre se intuye la existencia de un nivel inferior oculto por escombros, debajo del cual existiría el hipotético aljibe—. Su fábrica, de mampostería dispuesta en hiladas regulares, se reforzaba en las esquinas con sillares, muchos de ellos reutilizados de construcciones romanas e incluso íberas, un detalle que delata la pragmática constructiva de la orden. Como indica el estudio publicado en la revista del CSIC Arquitectura de la Arqueología, el uso de estos sillares fue escaso y su disposición variable, lo que “parece indicar que los sillares fueron reutilizados”.

El recinto inferior, de mayor extensión, albergaba las dependencias destinadas a la guarnición y a los servicios del castillo, como la desaparecida iglesia de Santa Catalina, así como hornos o talleres, cuyos cimientos —previsiblemente— se conservan bajo la superficie de la meseta. En el extremo norte se conserva una de las estructuras más interesantes que han logrado mantenerse hasta hoy: un complejo sistema de abastecimiento de agua formado por una alberca conectada a un gran aljibe. Esta combinación, única en los castillos calatravos de la zona, funcionaba como un sistema de decantación para purificar el agua de lluvia antes de su almacenamiento. Los investigadores han identificado dos bocanas de entrada, orientadas al este y al oeste, posiblemente conectadas a un sistema de recogida de escorrentías. El aljibe, con planta rectangular, estaba dividido en naves por medio de arcos de ladrillo y cubierto por bóvedas esquifadas, una solución constructiva robusta y eficaz. El interior de la estructura, con el fin de garantizar la impermeabilización, se encontraba revestido con una capa de cal, además de pintura a la almagra.
"El castillo de la Peña fue durante dos siglos el gendarme de la frontera con el reino de Granada, el símbolo del poder calatravo y la base de operaciones para las incursiones en territorio nazarí."
Las murallas que delimitaban el recinto estaban reforzadas por torres y bastiones. Destaca la torre circular hueca del extremo noreste, que hasta hace unas décadas conservaba parte de su cúpula de ladrillo. Resulta especialmente significativo el recrecido de algunos de los muros y el redondeamiento de las esquinas, una reforma datada en el siglo XIV que parece responder a la necesidad de adaptar la fortaleza a la aparición de artillería de pólvora, utilizada en la zona durante el asedio de Martos de 1325.

UN GIGANTE OLVIDADO EN LA LISTA ROJA DEL PATRIMONIO
El Castillo de la Peña fue durante dos siglos el gendarme de la frontera con el reino de Granada, el símbolo del poder calatravo y la base de operaciones para las incursiones en territorio nazarí. Sin embargo, la conquista de Granada en 1492 marcó el inicio de su declive. La llegada de la paz hizo innecesaria una fortaleza tan formidable como inaccesible. Las crónicas de la propia orden ya reflejaban su progresivo e imparable deterioro a lo largo del siglo XV, hasta el punto de que, en el siglo XVI, el comendador trasladó su residencia a la fortaleza baja, más accesible y sostenible.
El abandono fue el preludio del expolio. El estudio realizado en el año 2020 confirma que, durante el boom constructivo en la ciudad de Martos durante los siglos XVI y XVII, la fortaleza “pudo haber servido de cantera, abasteciendo de ladrillos y de mampuestos a las obras marteñas”. El material más codiciado fue el ladrillo presente en las bóvedas, cuya extracción sistemática provocó el colapso de gran parte, por ejemplo, de la Torre del Homenaje. Pascual Madoz, en su diccionario de 1848, todavía describía las ruinas con “una solidez asombrosa”, pero el proceso de degradación no ha parado, siendo implacable.
Hoy, el castillo forma parte de la Lista Roja del Patrimonio que elabora la asociación Hispania Nostra. La ficha de alerta describe su estado como de “ruina progresiva”, con grave riesgo de colapso para la Torre del Homenaje, sometida tanto al abandono institucional como al vandalismo. A pesar de que en 2022 se realizaron algunos sondeos arqueológicos y estudios con georradar que arrojaron nueva luz sobre su evolución y las estructuras que aún podrían conservarse en la meseta, siguen sin materializarse las prometidas intervenciones para este gigante. La concurrencia del Ayuntamiento de Martos a las ayudas del “Programa de Mejora de la Competitividad y de Dinamización del Patrimonio Histórico con uso turístico” —mediante el proyecto Actuaciones arquitectónicas y arqueológicas para la recuperación y puesta en valor turístico-cultural de la Fortaleza de la Peña de Martos—, no obtuvo el resultado esperado, pese a que desde el equipo de gobierno se llegó a dar prácticamente por conseguido, según algunos titulares. Sin embargo la puntuación obtenida no permitió acceder a los fondos, poniendo de relieve ciertas carencias en el proyecto, según consta en la información publicada y conseguida del Ministerio de Industria y Turismo.

"Su valor histórico, arquitectónico y paisajístico es incalculable; permitir que este coloso se derrumbe sería una pérdida irreparable y una muestra evidente de la indiferencia hacia nuestro pasado."
La fortaleza alta de Martos, incluso en su ruina, sigue siendo un documento aún vivo de la arquitectura defensiva medieval, que llegó a ser uno de los bastiones calatravos más importantes de la Península. Su valor histórico, arquitectónico y paisajístico es incalculable; permitir que este coloso se derrumbe sería una pérdida irreparable y una muestra evidente de la indiferencia hacia nuestro pasado. Es de extrema urgencia que las administraciones y la sociedad tomen conciencia de la joya que está a punto de perderse y actúen antes de que el silencio se adueñe —más si cabe— del peñón que una vez fue inexpugnable.
LEYENDAS QUE RESUENAN ENTRE EL SILENCIO Y EL VIENTO
Los lugares de poder siempre se encuentran rodeados de leyendas que se entrelazan con historias reales documentadas. Relatos como el de “la condesa valerosa”, que defendió el castillo de un asedio musulmán, o la trágica historia de los “hermanos Carvajales”, despeñados desde la cima por orden del rey Fernando IV “el Emplazado”, han teñido de un aura un tanto épica la historia de esta fortaleza. Estos episodios, a caballo entre el hecho histórico y la ornamentación literaria, forman parte del rico patrimonio inmaterial de este enclave.
"Solo la metodología científica de la arqueología puede arrojar luz sobre este nebuloso pasado, discerniendo el grano de la paja."
Junto a estas narraciones de raíz claramente medieval, conviven otras más recientes que se han asentado en el imaginario colectivo. Mitos como el de una red de túneles infinitos que ascienden desde las iglesias del pueblo hasta la cima de la Peña, parecen hundir sus raíces en realidades más prosaicas, como los refugios antiaéreos construidos durante la Guerra Civil, cuyo recuerdo se habría transformado en un relato fantástico. Incluso la ficción contemporánea, con Juan Eslava Galán, ha contribuido a añadir nuevas capas de misterio al imaginar una “cueva de Hércules” en el peñón, un elemento novelesco sin tradición oral previa en la localidad.

Solo la metodología científica de la arqueología puede arrojar luz sobre este nebuloso pasado, discerniendo el grano de la paja. Es la ciencia la que podría confirmar o desmentir la existencia de ese primer hiṣn andalusí previo al recinto calatravo, o la que podría sacar a la luz vestigios de ocupaciones íberas, romanas o visigodas en la estratégica atalaya.
Sin embargo, la ciencia, única herramienta capaz de aportar respuestas, atraviesa hoy un preocupante punto muerto. La colaboración con la Universidad de Jaén, responsable de los prometedores sondeos arqueológicos realizados a finales de 2022, no ha vuelto a ofrecer avances, pese a las reiteradas promesas de continuidad por parte de las autoridades locales. Más desconcertante aún resulta que las catas efectuadas quedaran sin la protección mínima necesaria, dejando las frágiles estructuras expuestas a la intemperie y acelerando así su deterioro.
Así, las preguntas fundamentales sobre los orígenes de este enclave siguen sin respuesta, y cada día que pasa, el silencio permite que el eco de la ruina resuene con más fuerza en la Peña de Martos. Tristemente, es posible que nunca lleguemos a saberlo.
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Referencias
- García-Pulido, L.J., Navarro Palazón, J. y Ortega Camacho, F. (2020): "Análisis de las estructuras emergentes del castillo de La Peña, cabeza de la encomienda calatrava de Martos (Jaén) ".
- Ortega Camacho, F. y García-Pulido, L.J. (2020): "El sistema de abastecimiento de agua de la fortaleza más icónica de la Orden de Calatrava en la Encomienda de Martos (Jaén): El Castillo de La Peña".
- Eslava Galán, J. (1990): "El Castillo de la Peña de Martos y la Orden de Calatrava".
- De Villalta, D. (1579): "Historia de la antiguedad y fundación de la Peña de Martos".